miércoles, 22 de diciembre de 2010

Alta Indefinición

La imagen se ve siempre desde arriba, borroneada, como si fuera el recuerdo de un mal sueño. La voz grave de un periodista nos cuenta lo mismo que estamos viendo, anticipándose unos instantes a lo que va a suceder, como el adivino de un futuro inútil, por estar demasiado cercano. Mucho de lo que relata en realidad no se ve, pasa fuera del campo visual y, por eso, necesita remarcarlo una y otra vez. Cada noche mientras cenamos en nuestras casas o nos adormecemos en el sillón del living, estamos siendo testigos del nacimiento de un nuevo género narrativo: el cuento de cámara de vigilancia, o el relato de seguridad o la crónica video observada, en fin…, ya se verá qué nombre terminará teniendo. No se trata del show de los fugitivos cazados por las fuerzas del orden, con cámaras en helicópteros persiguiéndolos hasta que descubren que no tienen adonde ir, más que hacia delante, porque, en ese caso, el punto de vista viaja con la acción, es decir que los ojos son humanos, crueles, pero humanos. En el caso del relato video vigilado, la cámara está fija y una computadora graba las imágenes, o sea: nadie está mirando en realidad, es un archivo, es una mirada inhumana y por eso el locutor tiene que contar los hechos, traducirlos al lenguaje de las personas. La calidad de las imágenes es baja, apenas mejor que mirar manchas que se mueven, en muchos casos, o, en el mejor de los casos, un blanco y negro respetable. Eso, mientras nos compramos el mejor LCD, para poder ver las imágenes en High Definition, mientras buscamos más megapíxeles para las fotos familiares, mientras el cine busca llevar todo a 3D para que las cosas sean mejores aún que la realidad que vemos todos los días. Las imágenes de las cámaras de seguridad están ubicadas en el mismo lugar que los depósitos y las tuberías de los shoppings: donde no las deberíamos ver. Porque lo que debemos ver son los pasillos impecables, las gráficas de los locales y la imagen prefabricada y cuidada hecha en HD. Pero esas escenas se cuelan, se filtran para mostrarnos aquello que debería estar almacenado en algún disco rígido. Son el inconciente, la pesadilla, el resto de sueño que no sabemos cómo interpretar. Mientras la fantasía nos vende pantallas en las que las escenas nos hacen creer que vienen hacia nosotros, los hechos nos obligan a estar pendientes del punto de vista único, estático y vacío de los monitores.


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