sábado, 4 de septiembre de 2010

La Vuelta de la Vida

Dos burros de mirada desorbitada, una locomotora, un banco de plaza de dimensiones reducidas, un tanque de guerra, un auto, dos cisnes con montura, una especie de nave espacial individual, dos caballos con las patas de adelante levantadas… Todo eso, girando en una secuencia interminable donde los objetos permanecen y lo único que cambia son los pasajeros. Desde los paneles del centro, que esconden el motor, nos miran Mickey, Blancanieves, Shreck, o cualquier otro personaje de éxito masivo, la mayor parte de las veces despintado, contemplando ese desfile absurdo desde un punto de vista vedado tanto para los padres como para los chicos que dan vueltas en la calesita. La calesita (o tiovivo, o a veces carrousel, aunque en realidad el carrousel es una especie de calesita premium, con personajes pintados con más detalles, luces y con el centro cerrado, unido al piso que gira) es un viaje que va mucho más lejos que la repetición circular que aparenta, porque la mente se va despegando de la realidad a medida que las figuras en apariencia inconciliables que la conforman van repitiendo su ciclo, y en cada pasada vamos levantando al mano como hipnotizados cuando pasan nuestros hijos, sobrinos, nietos, o cualquier otro niño plausible de ser llevado de paseo, pero la mente ya no está ahí, porque eso que parece un rejunte de figuras sin sentido, un amalgama de objetos sin ninguna armonía, tal vez sea un estudiado trabajo de símbolos, ordenados para que se nos graben en el subconsciente, por el resto de nuestra existencia, los principios que deben regir la civilización humana. Entonces, en realidad, la incomprensible sucesión de locomotoras, cisnes, naves espaciales, bancos de plaza, caballos, aviones y demás, podría representar el devenir de la Historia, servido en bandeja móvil para nosotros. Lo que estamos viendo es una síntesis que nos dice: revolución industrial (el tren), mitología (los cisnes), guerra (el tanque), vejez (el banco de plaza), petróleo como base de la economía mundial (el autito), conquista del mundo a cargo de ejércitos invasores desde los comienzos de la Historia y necesidad épica del heroísmo en nuestras vidas (los caballos), pueblos que se mantienen en la economía de subsistencia (los burritos), la modernidad iniciada en el Renacimiento llevando al hombre hasta los cielos y ampliando las posibilidades más allá de lo imaginable (el avión y la nave espacial), y así cada uno de ellos. Quizás resulte lógico preguntarse qué extraña hermandad secreta se tomaría el trabajo de adornar las calesitas del mundo con un mensaje cifrado para que millones de personas acaten sin saberlo un determinado orden establecido (y pienso que podrían llamarse “Carruselios”, al estilo Código Da Vinci), pero no es menos pertinente preguntarse por qué esos objetos incongruentes siguen girando, atrayendo a los niños generación tras generación, a pesar de la continua aparición de nuevos divertimentos.
Se que voy a volver con mis hijos, tal como lo van a hacer millones de personas. Ahí vamos a estar de nuevo, frente al ciclo interminable, aturdidos por la música que siempre viene desde parlantes saturados, confundidos por la procesión extravagante que jamás termina, y entusiasmados por la ambición, apenas disimulada en su forma de sortija.


No hay comentarios:

Publicar un comentario